ENTONCES,DEJÔ DE EXISTIR LA PALABRA

Entonces, dejó de existir la palabra…
La luz era un milagro abstracto que aparecía y se iba al unísono de los movimientos…
El silencio era silencio y chasquido de sílabas que gimen. Parece quejido el sonido que rasga la sonoridad del silencio.
El suspiro se agranda; encuentra una amplitud dolorosa en el aire que se propaga. Se tensa. Como se tensan nuestros cuerpos antes del compás frenético del deseo.
Y se vuelve eco, síncopa, pífano, susurro enloquecido, grito desbordado, uña en la carne, súplica porque no alcanza, súplica para fundir el cuerpo, súplica para encontrar el alma…
El eco sale como un clamor irreverente; se convierte en palabra desgarrada, sin sentido, hasta ser nombre, sustantivo.
Y resuena tu nombre. Explota tu nombre en el aire poblado con mi voz.
Y hay llamas que queman y llamas que abrasan y llamas que purifican y llamas que funden.
Y un océano cálido llena de peces mi vientre. Y me ahogo en la pasión que nos anidaanuda.
Y abro los ojos. Y abres los tuyos. Para sorprendernos una vez más…
Y lloro.
Y río…
Y ríes.
¡Oh! ¡Nuestro más íntimo mundo!

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